La palabra “gabela” tiene su origen en el término árabe “qabála” y hace referencia a un impuesto que debía ser abonado. Durante la Edad Media, las monarquías aplicaban este tipo de gravámenes, particularmente sobre ciertos alimentos, lo que impactaba principalmente a las personas más desfavorecidas que no disponían de tierras para producir sus propios alimentos.
Un ejemplo icónico de esta imposición fue la “gabela sobre la sal” en Francia, donde el mercado de la sal operaba como un monopolio controlado por la corona. Los ingresos obtenidos de este impuesto se destinaban a financiar campañas militares. Este tributo se consideraba regresivo, ya que gravaba el consumo de bienes en lugar de los ingresos de las personas, afectando de manera más notable a aquellos con menores recursos económicos.
En el siglo XXI, un impuesto regresivo recauda un porcentaje mayor de los ingresos de las personas con menores recursos en comparación con aquellos con ingresos más altos. Esta característica lo convierte en un sistema impositivo que afecta desproporcionadamente a los estratos económicos menos favorecidos.